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Channel: bichos raros
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Cuando las vacaciones son un periplo loco

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Pongamos que te vas de vacaciones a París. Y tú vas a París pensando que ésa es la ciudad del amor, que vas a estar rodeado de chicas con camisetas de rayas y pañuelo al cuello y de hombres con boina. Que vas a comer humeantes croissants recién hechos en brasseries. Que todo va a ser  como si en París llovieran macarons del cielo. Pero en París lo que llueve es lluvia. Y mucha. Y es caro. Y los taxistas son bordes. Y los parisinos sólo te entienden si les hablas en francés nivel nativo, de los que dicen cguasán y no curasán.

Es lo que pasa en las vacaciones, que lo que uno ha visto en las fotos de minube no se corresponde con la realidad. El viajero, cuando vuelve a casa, no quiere contar de verdad lo que le ha pasado. Quiere presumir. Quiere dar envidia a sus amigos. Y si, además, ha sido de los pocos afortunados que se ha conseguido comprar un mítico billete de Ryanair de 50 céntimos de euro, eso ya es la repanocha.

Pero yo creo que un viaje también es todas las desgracias que suceden por el camino. Todas las horas que pasas andando en círculo porque no quieres asumir que te has perdido, ni quieres pasar la vergüenza de preguntar en un idioma que desconoces. Todas esas veces que pasas el viaje en la habitación del hotel por culpa de una intoxicación alimentaria, una gripe o, lo peor de todo, una diarrea. Todos los trenes que has perdido, los autobuses que se averían en medio de la nada o esos aviones que salen con horas de reatraso.

Y sobre eso mismo, sobre unas vacaciones que no son lo que uno esperaba pero, pese a todo, se disfrutan, va este corto:


Y ahora diréis, ¡maldita! Nos la has colado, lo has vuelto a hacer, te estás haciendo autobombo.

Pues sí.

Pero no os quejéis, que al menos esta vez no tenéis que registraros en ningún sitio, ni votar, es más, si no queréis, no tenéis ni que ver el corto.

Pero sí que me gustaría que me contarais vuestra peor/mejor experiencia en un viaje. Como yo soy una señorita viajada, tengo penalidades para dar y regalar:

Hambre en Amsterdam
Holanda. Hace ya unos cuantos años. Los suficientes como para alojarme en un albergue juvenil. Lo malo es que no lo reservamos con tiempo y,  al ser temporada alta, estaba casi todos los días lleno. Era un albergue limpio, amplio, con un desayuno tipo buffet con letreros (en italiano y español) donde decían que estaba prohibido sacar del comedor la comida del buffet. Así que todos los días, prontito, llamábamoss y preguntábamos si les quedaba algún hueco libre para 4 personas.  Porque la otra opción era "Bob's" un hostal/pensión infecto, donde encontrabas condones usados en el baño común a todas las habitaciones del pasillo, y donde el desayuno consistía en té aguado y un revuelto hecho con huevina que tomabas de pie porque las dos mesas estaban siempre ocupadas.

En ese viaje descubrí que es verdad eso de que el desayuno es la comida más importante del día.

La felicidad es levantarse y tener un buffet para desayunar. Como lo tenían en "Dinastía".

Tras varias noches seguidas durmiendo y desayunando en Bob's acabamos por comprarnos una caja de leche en un supermercado y bebiéndonosla a morro por la calle.

Ligoteo penoso en Roma
Esta vez estaba alquilada en un apartamento en las afueras de Roma. Así que mi amiga F. y yo estábamos esperando en la parada del autobús cuando un Fiat se paró frente a nosotras. Dentro había cinco chicos (cinco), y nos preguntaron si nos acercaban al centro. Recordemos que ya había cinco personas dentro del coche. Así que les dijimos que, no, que grazie mille. Nos preguntaron entonces que de dónde éramos, dijimos: Madrid, y ellos contestaron: -¿Real Madrid? -No. -¿Barça? -No nos gusta el fútbol. Al quedarse en ese momento sin más temas de conversación corrieron a sacar el diccionario italiano-español español-italiano de la guantera del coche. Para vuestra tranquilidad os diré que no llegamos a subirnos a la baca o al maletero del Fiat, sino que vinieron el resto de nuestros amigos, y los italianos se marcharon en retirada, que si hay un macho cerca de la hembra solitaria ellos siempre huyen.

Senderismo en Almería
¿Sabíais que la ciudad de Mojácar se divide en Mojácar ciudad y Mojácar playa?, ¿que Mojácar playa está pegada a la ídem y que Mojácar ciudad está a varios kilómetros, en una montañita? ¿y que el autobús procedente de Madrid sólo para en Mojácar playa? ¿Y que no hay estación?, ¿ni tampoco parada de taxis? Pues yo tampoco lo sabía. Así que después de un viaje eterno, con parada en todos los pueblos, aldeas y pedanías de Murcia y Almería y, lo que es peor, sin una triste película emitida en el televisor del autobús, ahí estábamos mi amiga B. y yo, en medio de una ciudad que no conocíamos, cuando era noche cerrada y cuando no había móviles con conexión a internet ni a los mapas de google. Estábamos calculando cuántas horas nos iba a costar subir andando hasta el pueblo cuando un compañero de viaje, con el que no habíamos cruzado ni una palabra en todo el trayecto, se bajó del coche de los amigos que habían ido a buscarle y nos invitó a subir al grito de "venga, que me acabo de divorciar". Nos subieron al pueblo pero, si llegamos a saberlo, les hubiéramos contratado como chóferes para el resto del viaje.

Porque la línea de autobuses interurbanos que conectan Mojácar con las vecinas Garrucha y Vera funciona mal, y cuando llevas más de media hora esperando el autobús, acabas por ir andando. Y cuando la oficina de turismo y la agencia de viajes de Mojácar estaban cerradas y vimos que nuestra única opción de comprar el billete de vuelta a Madrid era ir hasta Garrucha, ¿cómo fuimos? Pues andando.

Eso sí, ese viaje me dejó el culo duro como el turrón de Alicante.

Y vosotros, ¿en qué viaje sufristeis más?

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